Carlos Moreno

Carlos Moreno participa como ponente en el III Fórum RIES18 para revolucionar el concepto Smart City o ciudad inteligente, trasladando el foco de atención a la ciudadanía y la nueva ciudad del siglo XXI que él concibe viva, humana, democrática, con la tecnología al servicio de la ciudadanía, tolerante, inclusiva, resiliente…

Moreno es investigador, profesor y experto en control inteligente de sistemas complejos, catedrático de Territorio de la Universidad Paris I-Pantheon Sorbonne, presidente de la Fundación InTi (Innovacion, Tecnología e Inversión) y asesor de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo.

Moreno ha formado parte de la organización del LH Forum Internacional de economía positiva de Le Havre organizado por ‘Positive Planet’, fundación presidida por Jacques Attali (con quien colabora para la presencia de los temas de su interés) que se ha celebrado en septiembre en la ciudad normanda.

Su participación en Le Havre ha servido de antesala al III Fórum RIES18 en el que va a estar a finales de octubre. De hecho ha invitado a Le Havre a varios políticos, profesionales y expertos españoles y del resto de Europa con quien volverá a debatir sobre smart cities en este encuentro internacional de Pontevedra.

Conceptos de Carlos Moreno en el III Fórum RIES18

«En el momento de la revolución tecnológica, nosotros vemos abrirse delante de nosotros una infinidad de posibilidades urbanas. La ciudad de mañana se inventa hoy, y nosotros la soñamos más inteligente, más eficaz, más fluida… pero solamente una ciudad que pone a la ciudadanía en el centro de sus preocupaciones, está al mismo tiempo respondiendo a los numerosos desafíos de nuestro futuro urbano. Se constituye alrededor de la ciudadanía, sobre un territorio que le es propio.

Por eso no hay modelos de ciudad, hay fuentes de inspiración. La hiperconectividad urbana debe ante todo permitir al ciudadano ser socialmente innovador, estar orgulloso de vivir en su ciudad e inventar nuevas formas de vínculo social. Junto con la revolución digital, dos otras palancas son indispensables: la reinvención urbana y la inclusión social. La ciudad está en la encrucijada entre una multitud de necesidades y usos sociales.

Las desafíos de la innovación social, urbana y tecnológica conciernen nuestras vidas de forma cotidiana alrededor de cuestiones tales como la vivienda, la movilidad, la educación, el trabajo, la salud. ¿Cómo se construye el bien vivir, con el buen hábitat, la movilidad y el lugar de trabajo? ¿Es realmente necesario, por ejemplo, desplazarse tanto para trabajar, para aprender o para tratarse? ¿Cuál es el vínculo entre el habitante, el centro de la ciudad y la periferia? ¿Los servicios públicos y la oferta privada? Estos desafíos conducen a transformaciones reales de nuestro modo de vida, y de nuestras relaciones profesionales, al igual que a transformaciones sociales y urbanas, atravesadas y amplificadas por el impacto de la revolución tecnológica. La cuestión de la gestión de la energía, de la creación de viviendas energéticamente eficientes, de la movilidad verde, de la seguridad, de la sanidad personalizada, del acceso a la cultura, se presenta así con fuerza.

Y, a través de estas reflexiones, es una verdadera ciudad viva, animada, la que se forma ante nuestros ojos, cuando hablamos de una ciudad inclusiva, resiliente, sostenible como motor de innovación. Considerar que la ciudad será inteligente desarrollando soluciones muy tecnológicas, y que éstas últimas aportarán las soluciones a los problemas complejos, sin implicar a los ciudadanos, conduce a una sin salida. La ciudad inteligente, inclusiva y humana está ante todo un territorio donde se construyen servicios, usos y un bien común que responden a las necesidades fundamentales de sus habitantes y su búsqueda de bienestar».

Papel de la ciudadanía

«La inteligencia urbana y los nuevos usos ciudadanos, multiplicados por las redes sociales y las nuevas tecnologías, permiten hacer emerger nuevas iniciativas para implicarse en el cambio. Las relaciones entre administrados y gobiernos cambian sobre el efecto de estas tecnologías, y el gobierno y la forma de hacer política, cambian también. Hay claramente una evolución en relación a la democracia representativa tradicional. Dotar de sentido a la ciudad, en el momento de la transición energética, de las energías descentralizadas, de las nuevas formas de movilidad, del desarrollo de las practicas de vecindad, de las ciudades irrespirables por la contaminación, es ante todo un deber social.

Sin esta puesta en coherencia, nosotros no dispondremos de la adhesión ciudadana indispensable para operar un cambio de fondo porque el principal valor está en los usos, en la creación de valor social, no está en la tecnología en sí misma. Tomando en cuenta que la ciudad es un laboratorio a cielo abierto de ideas y de experiencias excepcional, es indispensable tener consciencia del desafío principal de proponer nuevos usos y servicios urbanos. Un nuevo mundo urbano emerge en la encrucijada entre el urbanismo, la sociología, la arquitectura, la economía, las tecnologías y más allá, todo el conocimiento transdisciplinario y sistémico que contribuye a forjar los nuevos paradigmas.

La ciudad es ante todo un territorio de vida y de encuentros, y en el siglo XXI la convergencia de los usos sociales, las tecnologías ubicuitarias y los nuevos modelos sobre el compartir hacen emerger nuevas experiencias de vida y dan lugar a nuevos usos y servicios inéditos en todos los ámbitos. Compartir vehículo, movilidad multimodal, energías descentralizadas, valorización del patrimonio, espacios públicos urbanos de convivencia, sanidad pública personalizada, mejor calidad de vida para la tercera y cuarta edad, educación masiva online, espacios abiertos de cultura, de arte y de ocio, democracia participativa sobre los sistemas de gobierno abiertos, sistemas de información colaborativos: aquí algunos ejemplos de servicios que están surgiendo a día de hoy y que harán de la ciudad de mañana una ciudad viva, combinando la inteligencia urbana, la inclusión social, la resiliencia y la innovación tecnológica.

Sin embargo, aún necesitamos comprender lo esencial, el ciclo de la vida en la ciudad. En efecto, nosotros podemos comparar la ciudad con un ser vivo: es compleja y posee su propio metabolismo, nacido de la interacción de múltiples sistemas que la constituyen. También es, en consecuencia, muy frágil y a merced de violentas y frecuentes crisis que nos recuerdan esta característica. En la era de la multitud, en este tiempo ubicuitario cuando profundos cambios se suceden en la geopolítica de las naciones, ésta se imbrica en la historia de las ciudades, en su gobierno, al igual que en su rol frente a los Estados. Interesarse por la inteligencia de las ciudades es ante todo, interesarse por su identidad, por sus relaciones socioeconómicas, culturales, ecológicas y cuyas exigencias son cada vez más fuertes en cuanto a la gobernanza: movilidad, seguridad, viviendas sociales, desafíos energéticos, infraestructuras, redes, espacios públicos, economía de proximidad, cultura, ocio, fiscalidad, atractivo.

En el corazón se encuentra la calidad de vida de los habitantes, porque la complejidad de las ciudades con la urbanización creciente, el crecimiento del poder de los ciudadanos, el aumento de las necesidades a satisfacer en relación con la explosión demográfica, la presión debida a la disminución de los recursos, pero igualmente las fracturas socioeconómicas visibles en el tejido social, engendran serias dificultades de vida para grandes franjas de población urbana que viven cada vez más en situación de pobreza y precariedad.

El crecimiento exponencial de las ciudades consume los recursos, fragilizando aún más el medioambiente ya considerablemente afectado. Nuevas necesidades vitales se imponen en el plano alimentario, sanitario, climático, de movilidad, etc. exigiendo nuevas respuestas en estos contextos de fuerte evolución, donde la naturaleza se encuentra amenazada más que nunca. Paralelamente, con la revolución ubicuitaria, el mundo ha sobrepasado la cifra de 5.000 millones de aparatos conectados y, en 2020, la cifra se habrá triplicado. Las relaciones entre las personas, independientemente de sus hábitos, usos y costumbres y de la región del planeta donde vivan, se han visto profundamente modificadas por la instantaneidad de los intercambios a través de esta presencia ubicuitaria. Las nuevas tecnologías imprimen profunda y sostenidamente su marca sobre el medioambiente cercano y la vida cotidiana de cada uno. A través de los 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODD) fijados por la ONU, el Nº11 nos recuerda la necesidad imperativa de hacer que las ciudades y los asentamientos humanos sean abiertos a todos, seguros, resilientes y sostenibles”.